martes, 23 de septiembre de 2014

Cobardía


El pasado 9 de septiembre se dio una situación atípica: El gobierno de EE.UU. revirtió una orden de extradición que pesaba contra Ariel Josué Martínez, un humilde y trabajador carpintero residente en San Vicente del Caguan. Este hombre ya había sido atropellado por el estado, pues, cuando los paramilitares mataron a su padre y a su tío, los militares dijeron que habían dado de baja a dos comandantes guerrilleros. Ariel Josué ni siquiera finalizó su bachillerato, pero estaba acusado de encabezar una sofisticada red de blanqueo de dinero y, de no ser por la ayuda que le brindó la población del municipio, se encontraría en una prisión americana. Este caso tiene, definitivamente y como se dice de manera coloquial, mucha tela para cortar. Pero quisiera tratar un aspecto en particular.

Siendo terrible la torpeza cometida por la justicia norteamericana, fallo que, aunque intento, no me puedo explicar, resulta siendo inclusive más aterradora la actitud adoptada por las autoridades colombianas. No puede suceder que se apruebe una extradición de un ciudadano a otro país sin siquiera mirar el caso, que es la única explicación que encuentro para explicar, sin justificar, semejante ridiculez. Resulta inimaginable que una decisión de este tipo sea aprobada, no en una, sino en dos instancias legales de distintos países. El error en la justicia americana puede llegar a ser entendible, pero resulta inconcebible que Colombia sea tan sumisa a los Estados Unidos como para mandar a una cárcel extranjera a un ciudadano inocente, al que además ya había perjudicado anteriormente. Es aterrador ver como un país abandona a su suerte a un ciudadano, solo por quedar bien con los Estados Unidos.

Por otro lado, el carpintero, como se ha hecho conocido en estos días, no recibió más que una tímida disculpa por parte de EE.UU., pues estaban muy ocupados juzgando y atacando las violaciones a los derechos por parte del Estado Islámico como para resarcir las propias. El gobierno, como era de esperarse, tampoco se pronunció rechazando este hecho, que pasó desapercibido, siendo tapado por los goles de James, la caída de Nairo y el ídolo de turno (antes fue Gabo, ahora Ceratti). Sin embargo, #somoscapaces.

Con lo que dije no pretendo dar a entender que los gringos no se pueden equivocar, pues todos tenemos ese derecho. Lo que pasa es que cuando uno se equivoca debe aceptar su error con gallardía, pedir perdón y resarcirlo dentro de lo posible, no actuar como si no hubiera pasado nada. Pero ellos, americanos y colombianos, optaron por la segunda, mientras juzgan, con la doble moral que nos caracteriza, las atrocidades que suceden en otras partes del mundo. Eso es cobardía en sentido puro, tapar los errores para no reconocerlos. Y eso no lleva, de ninguna manera, a corregirlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario